Pablo Correa

Libertad e igualdad

Por: Pablo Correa | Publicado: Lunes 3 de agosto de 2015 a las 04:00 hrs.
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Hace unos días un amigo me recordó una de las tantas célebres y precisas citas de Winston Churchill: "Soy optimista. No parece muy útil ser otra cosa". En el contexto del mundo y Chile actual, parece difícil mantener la visión del "vaso medio lleno", pero creo que pensar que este es sólo un paso por el valle de lágrimas no resulta muy productivo.


Con ese espíritu entonces, hay que avanzar. Pero ser optimista no implica negarse a ver y aceptar la realidad. Realismo que parece ser el nuevo lema, y a buena hora, pues las estadísticas, los datos, los hechos, parecen haber estado un buen tiempo viviendo en "la soledad de los números reales", desplazados por análisis sesgados y voluntarismos muy ideologizados. Bienvenido sea el tiempo de recobrar el sentido de realidad, y junto con ella, de urgencia en la corrección de los errores cometidos, con humildad y valentía.


Ambos valores son bastante escasos en el mundo empresarial y político, donde muchas veces la vanidad y el miedo se roban la película. Pero los liderazgos que Chile necesita en forma urgente deben ser bravos y decididos, ya que en la ausencia de estos el poder puede fácilmente ser llenado por el populismo. Difícilmente los espacios de poder se quedan vacíos por mucho tiempo.


Tengamos entonces el liderazgo realista y valiente que se atreva a devolver el valor a lo público, al servicio y a la política pública (política como diseño, el policy más que la politics), pensando en el bienestar de las generaciones y no de los electores de corto plazo. Busquemos devolver al Estado su objetivo básico, que no es más que permitir que todos puedan gozar de sus derechos a través de sus posibilidades, y que estas sean justas de base. Esto implica rechazar el individualismo del Estado como ente resolutorio, así como el del mercado como perfecto asignador.


Para iniciar este cambio, creo que es indispensable que el punto de partida sea la libertad. Libertad individual para elegir quién quiero que me represente ante mi empleador, libertad para elegir si quiero que mis hijos vayan a tal o cual colegio, libertad para movilizarme sin temor a ser asaltado violentamente, etc. Libertad que implica diversidad y no igualdad.


La igualdad mal entendida pasa por reducir las elecciones de las personas, por transferir esas al Estado, por reducir las alternativas, agrupar. En cambio, la libertad de elecciones va a generar desigualdad en los resultados por definición, y ese principio no puede negarse.


Ahora, para que esa libertad de voluntad sea verdadera debe ir acompañada de un principio de igualdad de oportunidades de elección, pues de lo contrario es sólo una ilusión. Acá es donde el rol del Estado es irremplazable e incuestionable. Después de ello, la verdadera movilidad social se refleja y se produce en el ejercicio de la libertad.


Adicionalmente, el mismo ejercicio de la libertad y de la competencia generará desigualdades, y sin lugar a dudas, perdedores. Por definición la competencia genera primeros y últimos lugares. Sin renunciar a las ventajas de la competencia, es crucial que la sociedad entera y no solamente el Estado se haga cargo de los perdedores. Tal vez uno de los pecados más significativos del capitalismo es olvidar este punto, y en eso el materialismo histórico sí tenía razón: el sistema está condenado a su destrucción, porque con exclusión no hay fibra social que aguante eternamente.

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